"Mario fue el contacto más cercano que tuve con los córporos antes de la Autonomía."
 



Mario H. Arizpe García.
Principal líder, ideólogo y
estratega de los córporos
de Saltillo



Mis sexenios (5)

José Guadalupe Robledo Guerrero.

Mario H. Arizpe, la otra visión de la UAC

Mario H. Arizpe García, a mi juicio, fue el principal líder, ideólogo y estratega de los córporos de Saltillo. Fue el que organizó y promovió la Fesuc, que nació con un triunvirato en el que Mario compartió la dirección de la organización estudiantil con Federico Molinar Vaca de la Narro y Juan Sánchez Segovia de Jurisprudencia.

Mario fue el contacto más cercano que tuve con los córporos antes de la Autonomía. Fue él quien me invitó a incorporar a la Preparatoria Nocturna a la Fesuc. El otro fue Pablo Reyes Dávalos, pero Mario era más franco y directo, a tal grado que a muchos, incluso córporos, les parecía soberbio y muy preciado de sí mismo. Para mi era un compañero culto y pensante, quien tenía un proyecto universitario definido, y con el que siempre tuve un trato de camaradas, aún cuando no coincidíamos ideológicamente.

Una tarde de 1972, unos compañeros preparatorianos me avisaron que alguien andaba preguntando por mi. En la planta baja de la Preparatoria Nocturna estaba Mario Arizpe leyendo un tablero de avisos. Mientras preguntaba por mi, Mario ya había visto que la Preparatoria no tenía pintas en las paredes ni graffittis, menos frases revolucionarias que indicara alguna ideología. Tampoco parecía que allí estaban amontonados 1,200 alumnos en 20 salones. Había orden, disciplina y un ambiente estudiantil sano.

Llegué hasta Mario y me invitó a platicar. Salimos a la Alameda y allí me explicó la razón de su presencia. Me dijo lo qué era la Fesuc, sus principios y objetivos, y me invitó a que nos incorporáramos a la Federación de Estudiantes. Le dije que convocaría a una asamblea general, y le pedí que asistiera para que él mismo le hiciera la invitación a la base estudiantil.

Obviamente que la presencia de Mario en la asamblea no le gustó a algunos compañeros del Comité que se sintieron amenazados en sus pequeños cotos de poder. Pero así se hizo. Mario llegó puntual a la cita, para ese momento ya lo esperaba un auditorio repleto, entusiasta y fraternal. Al terminar Mario su explicación, la votación fue unánime para integrarnos a la Fesuc.

Esta actitud abierta fue el inicio de una relación amistosa entre Mario y yo. De allí nació el pluralismo que imperó en el Comité de Lucha del movimiento de Autonomía. Luego del triunfo de la Autonomía, Mario se convirtió en Director de Extensión Universitaria, Director de Extensión Social y Director de la Preparatoria Popular, que fue de sus creaciones. Por esa razón, fui invitado a impartir clases los primeros meses de la Prepa Popular. Un año y meses después, en agosto de 1974, Mario renunciaba a la UAC y le dejaba el poder total a Melchor y al pequeño grupo de oportunistas que dirigían a la Universidad.

Once años después, en 1984, luego del triunfo del movimiento Pro Dignificación de la UAC, Mario llegó hasta mi casa y durante horas platicamos, luego nos reunimos en varias ocasiones, pues él quería volver a la Universidad y confiaba en que el nuevo Rector, “El Gato” Jaime Isaías Ortíz Cárdenas, lo incorporaría a su equipo en pagó a que Mario lo ayudó a entrar a la UAC como profesor de Ciencias Químicas. Pero Mario no consiguió la reciprocidad de “El Gato”.

Dos años después, en 1986, Mario me envió un ejemplar de su libro recién editado, “La Primavera de las cenizas”, en cuyo texto me concedió líneas amistosas, enmedio de otros señalamientos nada fraternos que le dedicó a Melchor de los Santos, Ariel González Alanís, Pablo Reyes, Alejandro Santiex, y a otros de sus antiguos compañeros del gabinete melchorista y de la Corporación.

En su libro, Mario reconoció su responsabilidad de haber llevado a la cumbre a Melchor y de haberlo estumulado cuantas veces quiso tirar la toalla. Pero también acepta el error político de convertirse en su crítico, “lo cual le molesta a la gente en el poder”. Según Mario, renunció a la UAC, porque no quiso pelear con Melchor y los oportunistas que lo rodeaban. A Catón lo califica como político mediocre y un hombre miedoso. A Villegas Rico como “El pequeño enano”. A su heredero político, Pablo Reyes Dávalos, le dice astuto como una víbora, trepador, disciplinado y pronto para aprender a subir. Comparte con sus lectores la invitación que le hizo Melchor para ingresar al Opus Dei.

A principios de los 90, volví a reencontrarme con Mario Arizpe en la ciudad de México. En aquella ocasión le pregunté sobre el verdadero motivo que lo obligó a renunciar a la UAC. Noté que no quería hablar del asunto, sin embargo me dio una respuesta lacónica: “fue una cuestión de jotos”, me dijo. No pregunté más. Estaba claro.

Mario también dibuja en su libro su modelo de universidad: Una universidad funcional y operativa. Que en principio cumpliera con eficiencia la docencia, la investigación y la difusión de la cultura. De paso critica de inconcientes e irresponsables a la “izquierda infantil”, un término acuñado por Lenin para combatir a los demagogos, provocadores y simuladores, y sobre esos izquierdosos que nunca identifica dice:

“Relativamente pocos entendían el tremendo significado de la lucha, pocos entendían que adentro del Comité de Lucha había inconcientes y hasta irresponsables, la ‘izquierda infantil’ ayudó mucho en la movilización de bases, pero estorbó mucho más en los planteamientos, querían convertir un movimiento estudiantil sano, si tú quieres reformista, en una escalada de guerrilla urbana, convertir un movimiento estructural académico, en campo de batalla para la ‘lucha de clases’ y así, pendejadas por el estilo, tampoco entendían los límites de las cosas, ‘los tiempos y niveles’, no entendían la estrategia, la táctica y la logística y querían acabar de un golpe, a través de la Autonomía, con la burguesía; arremetían contra todo, sin ton ni son. ‘En contra de todo y a favor de nada’, como dijo quién sabe qué abyecto en el 68, fue aquella ‘izquierda’, inmadura y molesta, parecida a la actual, 10 años después”.

Y continúa dando su visión sobre sus aliados de 1973: “Inconciente, gritona, demagógica, nacida para ser pequeña y solventar enanos alborotos. Sólo sabían pedir, nunca aportar soluciones. Activistas de criterio limitado, fue desesperante marchar a su lado. Intentamos todo por no romper con ellos, comprendimos que actuaban de buena fe. En global, era una juventud sana y vigorosa, ardiente hasta los huesos, caliente de corazón, arrebatada y espontánea, podía sin saberlo perder todo un movimiento congruente por quemar un camión o mentarle la madre al Gobernador...”.

Mario escribió estos nada fraternos adjetivos en 1986, dos años después que habíamos derrotado a Villegas Rico, a quien Melchor y los córporos le entregaron la UAC en charola de plata, porque Flores Tapia se los ordenó. Creo que el error de Mario fue englobar en la “izquierda infantil” a todos los que no eran córporos. Párrafos más delante, Mario se pitorrea de los discursos populacheros de Joel Ramírez “El Chamizal” (estudiante de Economía y miembro del Partido Comunista); también hace lo mismo con un estudiante de Torreón que era miembro de “Línea de Masas”, quienes hablaban en público creyendo que su auditorio era de estúpidos.

Con las críticas a estos compañeros estoy de acuerdo, yo mismo se las hice en su momento y los mandé a la chingada, eran izquierdistas que querían hacer la revolución con consignas y levantando el puño, y hasta la fecha. Pero no estoy de acuerdo con Mario en que todos los que él define como “izquierda infantil” eran como los califica. No estoy de acuerdo, por ejemplo, que se englobe a los “comunistas” de la Preparatoria Nocturna con los izquierdistas infantiles que Mario critica, pues nosotros nunca pedimos nada, no quemamos autobuses y nunca le mentamos la madre al gobernador. Es más, ni siquiera exigimos un cargo en la administración universitaria cuando ayudamos a obtener su autonomía.

Pero lo más importante, es que Mario se olvida preguntarse: ¿Qué hubiera sucedido si los “comunistas” e “izquierdistas infantiles” no hubieran participado en el movimiento de Autonomía, y por el contrario se hubieran opuesto? Seguramente no se habría logrado la Autonomía, pues éramos la otra mitad de los estudiantes saltillenses, y aunque algunos de nosotros sabíamos que había otras opciones, decidimos apoyar el movimiento de autonomía, aún cuando estábamos concientes que los líderes córporos tenían relaciones con políticos como Flores Tapia.

Seguramente por el tiempo transcurrido, Mario se olvida de mencionar que los córporos se agandallaron la administración de la UAC, para luego entregarla al enemigo de la Universidad: Óscar Villegas Rico. Se olvida decir que no fueron los “izquierdistas” ni los “comunistas” quienes disfrutaron las mieles del poder ni los que acabaron -por ambiciones personales- con el movimiento estudiantil y magisterial, sino los asociados de Mario Arizpe, quien califica a Melchor de los Santos como “El Corporito”, que utilizó los dineros universitarios para elegirse Rector y usar a Pablo Reyes cuantas veces quiso. ¿Qué gran conocimiento tenían los córporos, que no pudieron manejar a la universidad y dirigirla hacia sus objetivos institucionales?

Quizás por ello, Mario define a Melchor como un mediocre, un Rector que luego de cinco años de gozar los placeres del poder agandallado, abandona Saltillo para volver como Senador priista al lado del salinista Rogelio Montemayor. Luego de disfrutar por seis años las canongías senatoriales, Melchor se fue de Saltillo maldiciendo a los coahuilenses, a pesar de que sin méritos lo hicieron Rector a los 23 años, el más joven del país en ese tiempo, y luego Senador de la República. Entonces, los que traicionaron los anhelos de augestión, autonomía e independencia fueron los cercanos a Mario, aquellos que todo lo sabían, pero que en poco tiempo demostraron no entenderle a nada.

Por eso creo que el silencio -en casos como éste- es la mejor alternativa, pues los que nos quedamos en la UAC, marginados y perseguidos, fuimos los que expulsamos para siempre de la UAC a Óscar Villegas Rico, mientras que “El Rector mediocre”(Melchor de los Santos) y “El pragmático oportunista” (Pablo Reyes), como Mario los califica en su libro, se treparon al “tren de la revolución del PRI-PAN”, junto con otros más de sus iguales.

Mario se olvidó de mencionar el agandalle del poder universitario que él autorizó, testificó y convalidó. Tampoco abunda sobre el proyecto universitario que hicieron fracasar los suyos por sus pequeñas ambiciones de poder. De todos modos, seguiré esperando la autocrítica de Mario Arizpe, algo difícil de conseguir cuando no se logra ver con claridad los propios errores, desviaciones e incapacidades. El agandallamiento fue el primero de esos errores, luego vinieron los demás. En síntesis, los “comunistas” (no izquierdistas) nada tuvimos que ver con el poder universitario ni con la entrega de la UAC a Óscar Villegas Rico y a los gobierno priistas. Por el contrario, hemos tenido que ver con la defensa de la dignidad universitaria y con su posibilidad de su reivindicación.

En su libro, Mario nos regala su apreciación sobre lo que observó -en unos días- del Movimiento Pro Dignificación de la UAC que en 1984 comandaron Jaime Martínez Veloz y Armando Fuentes Aguirre “Catón”. Sus puntos de vista se antojan como una relación de lo que los córporos hicieron en la UAC luego de la Autonomía. La reflexión de Mario sobre el particular está más que pintada a lo que hicieron sus asociados en la Universidad de 1973 a 1978, y miren si no:

“Los hechos: incertidumbre, impasse, desconcierto y pérdida de la bolita, la brújula, desde hace tiempo; para mi en particular, y ya como espectador, se trata de una Universidad traicionada por sus hijos: movimientos locos, alianzas transadas, total incongruencia ideológica, ausencia casi total de estrategia, cero logística; cuadros, planes, proyectos en los límites de la mediocridad; carencia de visión política, tácticas al vapor, planeación infantil, análisis y perspectivas perdidas; cuadros operativos y de implementación incapacitada, total ausencia de dirigentes, tiempos y movimientos desfasados; idea de la Universidad en nuestros tiempos en los límites de la regresión”.

Para que el cuadro estuviera completo y adecuado a los primeros cinco años de la Autonomía Universitaria, concretamente al Rectorado de Melchor y de los córporos, le faltó incluir a Mario otras características que dilucidan el asunto: oportunismo, chambismo, cofradías de homosexuales, represión, marginación, sectarismo, gandallismo, alianzas inconfesables, pequeñas ambiciones de poder, frivolidad, maquiavelismo, Corporación, Opus Dei, al fin y al cabo, confesionales católicos. Esos que han desmadrado la historia de pueblos enteros, qué tan difícil podía ser desmadrar a una universidad provinciana.

También en su libro, Mario Arizpe rescata del olvido una carta que le entregué en julio de 1974, poco antes que yo abandonara Saltillo “para irme a hacer la revolución a otra parte y alejarme de los fraticidas infiltrados por el gobierno” y a unas semanas de que Mario renunciara a la UAC, en donde -por mi parte- se muestra el tono fraterno e ideológico en el que enmarqué nuestra relación amistosa a pesar de las diferencias. Veamos la misiva que le dí a Mario acompañada de un libro que me sirvió para confiarle mis proyectos “revolucionarios” y despedime de él:

Compañero Mario:
Quizás haya entre nosotros diferencias ideológicas, pero a pesar de eso luchamos por los mismos objetivos, pues tú al igual que todos los que ansiamos la libertad y el bienestar de nuestro pueblo sabemos que no es posible la igualdad, la justicia, el amor, la fraternidad y todos los valores humanos que nos distinguen de las fieras, en un mundo selvático y bestial, donde impera la opresión, la explotación, el analfabetismo, la muerte y la miseria.

Tenemos que darnos cuenta y aceptar que mientras Latinoamérica y todos los países africanos y asiáticos del Tercer Mundo no conquisten su independencia económica, no podrán aspirar a la libertad política; que mientras los pueblos no terminen con la explotación del hombre por el hombre, no podrá haber fraternidad; que mientras exista la propiedad privada, y los medios de producción y distribución se encuentren en pocas manos y los utilicen para beneficio particular, no podrá existir la igualdad; y que mientras la sociedad siga dividida en clases sociales, una opresora y otra oprimida, no podrán los humanos encontrar el camino de la justicia y el amor.

Creo, tengo fe y estoy seguro de que tú estás de acuerdo conmigo, y que además te preguntas que si en verdad son honestos nuestros planteamientos, honrados nuestros ideales y sinceros nuestros deseos de lucha ¿por qué no unimos esfuerzos, eslabonamos acciones y tomamos el camino de la lucha juntos? La respuesta nos la dará una auténtica y profunda crítica de nosotros mismos.

Estoy de acuerdo contigo cuando dices que la amistad debe estar fundamentada en la honradez y la sinceridad, pero yo voy más lejos, pues más que ser amigos deseo que seamos compañeros de lucha bajo el esquema teórico que en la práctica da resultados positivos: Unidad-Crítica-Unidad.

Recibe como un modesto obsequio este libro (“Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano), y espero que contribuya para tener la misma concepción política y económica de América Latina, y más aún, para que nos identifiquemos y juntos luchemos con nuestros medios para la liberación del país y por la revolución de nuestro pueblo.


Terminó mi modesta dedicatoria con una consigna del más grandes de los revolucionarios latinoamericanos, el “Che” Guevara: “Patria o muerte, Venceremos”.


Tu amigo y compañero:
José Guadalupe Robledo Guerrero.
Saltillo,Coahuila, 23 de julio de 1974.

En aquella ocasión, Mario me regaló una pistola calibre 22, y en su libro dio su punto de vista sobre mi persona, y a manera de respuesta dice lo siguiente:

“Casi diez años después, José (Guadalupe Robledo) ha cambiado mucho, pero no en lo fundamental, creo que si se pudiera hablar de extremos, estos se han corrido, en forma natural, hacia el centro”.

“De hecho puedo opinar que yo recibí con mucho afecto esta carta, aunque con muchas cosas no estaba ni estoy de acuerdo. Creo que gran parte de la solución está en la ‘Tercera opción’, mi querido José, puede nacer y generarse a través de las universidades; sólo basta encontrar congruencia con creatividad y arte. Enlazar las ideas dispersas de tanto brillante francotirador que anda perdido en la oscuridad de la nada; sólo falta encontrar el rumbo perdido y tener suficiente voluntad política y disciplina, para ver con claridad que nuestro pensamiento debe estar situado un poco más allá del presente inmediato”.

“Analizar el pasado, medir nuestras fuerzas en el presente y preparar con mucha calma y paciencia el gran salto. Habrá oportunidad de que implementemos el modelo que opere la idea; por ahora te sugiero, sin que por ello te pares, que retrocedamos al primer día, más aún, unos días antes del primer día”.
Quizás para muchos este mensaje es críptico, pero para quienes conocimos a Mario es fácil de entender. Según sé, Mario es ahora un próspero empresario, un hombre de lecturas y reflexiones, y sigue siendo una gente valiosa y talentosa. Para muchos es un hombre de derecha, un hombre pensante que sabe lo que quiere, y como dice Bennedetti: que tiene el sagrado derecho de no hacer lo que no quiere. Quizás por esto sigo pensando que Mario es la otra visión de la UAC, la de una universidad autónoma y eficiente, mejor que la que implementó Melchor y los oportunistas que lo rodearon, mismos que tuvieron miedo de que Mario se apoderara de la Universidad y se convirtiera en un cacique político.

Mario es un hombre congruente con lo que piensa, intolerante con los pendejos, ignorantes, simuladores y demagogos. En nuestras pláticas siempre criticó a los izquierdistas. A ese conjunto de gentes sin visión ni proyecto de país, en donde caben todos, aún los que no tienen una ideología social: ecologistas, católicos, evangelistas, panistas, antipriistas, renegados, nacionalistas, anticomunistas, marxólogos, agentes de la CIA y las ONG’s de todas las especialidades.

Sin embargo, Mario en sus pláticas mostraba respeto por quienes se mostraban definidos en sus ideas. Los marxistas socialistas no eran quizás santos de su devoción, pero respetaba la congruencia. Seguramente eso fue el ingrediente más importante de nuestra relación juvenil.

A pesar de su importancia en la lucha por la Autonomía Universitaria, Mario es ahora un personaje olvidado, como en la UAC ha sido olvidado todo respecto a su origen autónomo, gracias a la labor que hizo Melchor de los Santos y asociados durante los primeros cinco años de Autonomía, lo cual -hay que decirlo- mucho tuvo que ver Mario Arizpe, permitiendo que se enderezara una persecusión contra toda disidencia ideológica, pues esa actitud terminó con el sano equilibrio político en la UAC.

El equilibrio, alguna vez lo platicamos, es el estado perfecto de la naturaleza, y lo es también en la sociedad, en las instituciones y en el gobierno, para evitar los abusos del poder, la desviación de los objetivos, las persecusiones y la represión. De esto hablamos en alguna ocasión Mario y yo. Pero por alguna razón se le olvidó cuando arribó al poder, convalidando la intolerancia que en 1974 fue su victimaria.

En estos recuerdos de mi juventud universi-taria, era necesario puntualizar dos cosas: una, que Mario H. Arizpe fue uno de los líderes estudiantiles más importantes de la Autonomía; y dos, que por eso mismo, es vital para la verdad histórica que Mario ejercite con objetividad una autocrítica sobre la responsabilidad que tuvo en la desviación de los objetivos que teníamos para la Universidad, y que fueron truncados por las ambiciones de poder de los que se agandallaron la estructura administrativa de la UAC al inicio de su vida autónoma.

Qué queríamos para la UAC. Por nuestra parte deseábamos que fuera la mejor Universidad del México: politizada, culta, científica, académica, promotora de los mejores valores de la humanidad, y recinto del saber y del conocimiento. Sabíamos que para lograr tal utopía, requeríamos de Autonomía y libertad para crear. Que debíamos mantener a la Universidad al margen del juego de los politicastros temporales.Vislumbrábamos a la UAC como agente de cambio, con un ambiente de pluralidad, respeto y unidad, en cuyas aulas se confrontaran las ideas universales, para que fueran éstas el crisol en donde se formara una juventud nacionalista y patriótica, sin olvidar la eficiencia en el desarrollo de las funciones institucionales y sustantivas de la Universidad.

Queríamos que en la UAC los universitarios pugnáramos por la justicia y la equidad, que la educación que se impartiera fuera integral, que lucháramos al lado del pueblo por salvaguardar sus conquistas, por defender sus derechos y respaldar sus reivindicaciones, como una forma de solidaridad con quienes pagan nuestros estudios. Pero eso no fue posible, pues puntualmente se presentaron las pequeñas ambiciones de poder individual, y se perdió el rumbo, se olvidaron los objetivos y se entregó la Universidad a quienes nunca compartieron nuestros anhelos de soberanía y dignidad, precisamente cuando nuestro país más necesita de mentes claras, capacidades desarrolladas y de una honesta actitud de servir a la patria y a sus habitantes.

Pero no se ha perdido todo, los ciclos se cumplen y llegará otra generación que retome el camino, corrija los errores y diseñe su futuro, que irá íntimamente ligado a la educación. Finalmente siempre habrá quienes recojan la estafeta y continuen la carrera en pos de los ideales...


(Continuará...).
La Declaración de Principios y el Estatuto Universitario...

 


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